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Jorge Castro, campesino y caminante en contra de la expansión piñera

Jorge Castro es un ganadero de la zona de Los Chiles, al Norte de Costa Rica, cerca de la frontera con Nicaragua. Decidió caminar 180km, desde su finca hasta la Capital, San José, para denunciar la situación en la cual se encuentran las comunidades rurales sofocadas por la expansión del monocultivo de la piña. Durante su paso por San José, tuve la ocasión de encontrarle y de escuchar su historia. Relato de lucha de un hombre contra un sistema y de un desastre ecológico, económico, social y sanitario, en un país conocido como el “país verde”.




Jorge Castro, un campesino forzado a dejar sus tierras para hacer oír su voz ante las instituciones públicas de la capital


Jorge Castro es un campesino de la zona de Pavón de Los Chiles. Posee aproximamente cuarenta vacas que cría en su finca, con el apoyo de su esposa, Mariana Paniagua, y acompañado de su perra y sus tres caballos. A Jorge, le gusta hablar de su finca, me enseñaba videos de las lapas que anidan en los árboles de su propiedad: “mira, eso es mi paraíso”, comenta. Lamentablemente, su paraíso se está volviendo en un infierno mientras las tierras campesinas desaparecen en beneficio del monocultivo de piñas destinadas a la exportación. Grandes grupos como Del Monte, Dole, han llegado a instalarse en estas tierras, causando deforestación, contaminación y reducción de la agricultura campesina. Para denunciar esta situación que Jorge Castro decidió irse, caminando, de su finca hasta la capital, “para ir a tocar las puertas de las instituciones públicas que no llegan hasta donde yo vivo”, dice. En el nombre de todos los campesinos víctimas de está industria, suplica al gobierno tomar medidas para regular el monocultivo de la piña en Costa Rica.



Las consecuencias del mal manejo del monocultivo de la piña hace vivir un infierno a los campesinos y sus animales


Jorge viaja con su esposa, Mariana, su amigo, Gabriel pero también con una vaca, un caballo y una perra como evidencia del sufrimiento que viven sus animales “porque ellos también tienen el derecho a beber agua limpia y a vivir en paz”, subraya Jorge. Me enseña un video de sus animales cubiertos de moscas, flacos y sufriendo. Me explica : “Viven un infierno diario, se trata de moscas cuyas picaduras generan un dolor intenso. No comen más, no se reproducen más, casi no producen más leche, no pueden pensar en otra cosa que quitarse estas moscas. Me rompe el corazón verlos así. Nunca están en paz”. Cuando pregunto a Jorge de donde vienen estás moscas, no me sorprende su respuesta : “de la plantación de piña”. Luego me explica : “cuando una mata de piña ha producido sus dos cosechas al año –lo que es posible gracias a las hormonas y los químicos– se pasa el chapulín para revolcar la tierra, sin quitar las matas de piña. De esas mismas nacen las moscas. Se podría poner algo para que se desintegren pero hay una cantidad tan enorme que representaría una inversión inmensa”. La industria privilegia la rentabilidad a expensas de la salud de las poblaciones y de sus animales.



El mal manejo de la piña también tiene consecuencias al nivel del agua y el río va contaminando las zonas en aval. Además de estos problemas sanitarios y ambientales, las consecuencias del mal manejo de esta industria al nivel social son preocupantes. Gabriel, el amigo mecánico de Jorge que le acompaña en su marcha me habla de la situación de los pueblos de la zona “las escuelas han desaparecido, la gente está triste, salen a la calle y respiran los químicos. La situación de los migrantes nicaraguenses que han llegado a trabajar como obreros en las plantaciones de piña está también triste, viven sin seguro social, en la pobreza, enfermos de cáncer e infértiles por los químicos”. Es para que la producción sea regulada que Jorge lucha. Su combate no es sin peligro. Jorge es unos de los pocos campesinos que han resistido a la presión de los grandes grupos piñeros para comprar sus tierras. Al escucharlo, se siente el afecto de lleva para sus tierras : “es la tierra que he trabajado con la fuerza de mis brazos durante años, la que aprendí a amar y a donde construí mi rancho con mis propias manos”. Pero esta resistencia no es agradable para todos y Jorge recibió amenazas de muerte de desconocidos exigiéndole de parar sus denuncias en las redes sociales. Pero lejos de callarse, Jorge decidió irse hasta San José y multiplicar las intervenciones.



La lucha en contra de un sistema que reduce a los campesinos al silencio y a la sumisión


Las industrias de monocultivo de piña no paran de fumigar pero Jorge tampoco para de luchar. Recibe el apoyo de organizaciones ambientales que hablan de su lucha en las redes sociales, entre otros. Estas redes son, para Jorge, herramientas increíbles para darle resonancia a su mensaje: “me gustó cuando una chica me dijo que ahora con las redes sociales, el mundo es un pueblo, todo se sabe más rápido”, dice. A pesar de eso, Jorge se dice cansado de deber luchar en contra de un sistema que lo oprima. El y los otros ganadores de su pueblo ponen denuncias diarias, en vano. “Uno se siente impotente, demasiado pequeño”lastima Jorge. Para él, “entre los funcionarios, todos son cómplices, aunque están en contra de esta industria, no toman acciones para cambiar las cosas, porque tienen las manos atadas por su jerarquía y porque tienen miedo de perder sus puestos”. Por consiguiente, se instaló frente a la Casa Presidencial para esperar, el tiempo que sea necesario hasta que Presidente salga y acepte firmar los acuerdos que permitirían hacer respetar la ley al nivel sanitario, ambiental y social en las plantaciones de piña. También es de su deseo que el cantón de Los Chiles sea declarado en emergencia ambiental. Jorge es consciente de los intereses económicos enormes que existen entre el gobierno y los países importadores de piña. Recientemente, Costa Rica firmó un acuerdo de libre comercio con China, lo que significa que la expansión piñera no ha acabado de hacer desaparecer las tierras campesinas, la riqueza natural de Costa Rica, contaminar los ecosistemas y afectar la salud de todos. “La fiebre de la piña, es como la fiebre del oro, es la fruta del ego del hombre que da prioridad al dinero encima de la vida. ¿Cuándo vamos a entender que ningún poder está encima de la salud, de la naturaleza? El día en que habremos contaminado todo el agua de los ríos, toda la leche de las vacas, entenderemos que el dinero no se bebe”, me dice Jorge.



¿Queremos seguir siendo cómplices de este desastre?


El monocultivo de la piña es una de los cultivos menos sostenible económicamente, ambientalmente y socialmente. De hecho, forjar la economía de un país sobre la renta de un producto de exportación es peligroso. Al nivel ambiental, el monocultivo de la piña daña la biodiversidad. Al nivel social, reduce las familias campesinas, como la de Jorge, a la miseria, matando sus animales y entonces quitándoles su trabajo. Afecta la salud de todos porque se trata de nuestra alimentación. Sin olvidar mencionar la explotación laboral de las poblaciones inmigrantes. “Ningún país puede desarrollarse poniendo en peligro la salud de sus poblaciones”, me dice Jorge. Parece algo evidente, sin embargo, la situación es cada vez peor, también debido a que todavía hay demasiada ignorancia por parte de los europeos y norteamericanos que compran estas piñas. Como consumidores y ciudadanos, tenemos una responsabilidad de informarnos, de hablar, de actuar. Tenemos que abrir los ojos de la realidad. La piña que compramos en el supermercado está contaminada por químicos prohibidos en Europa como el Bromacil. Nos decimos que no es posible, si las encontramos en los supermercados, es que son inofensivas, pero la realidad es otra. Jorge me explica: “no hay control, la producción es tan masiva que los grandes grupos no dudan en hacer uso de prácticas deshonestas como cambiar las etiquetas de las piñas destinadas al continente europeo. El consumidor piensa que la piña que compran respeta las normas pero en realidad, la trazabilidad no está claramente establecida”. Se trata de ver la piña tal como está: una piña sucia de la sangre de los trabajadores migrantes, de los campesinos vecinos y de sus animales. Lo que quiero con este artículo, es humanizar la causa hablándoles de una historia, la de un hombre que ha hecho de la defensa de su tierra, de sus animales, de su comunidad, sulucha. Pienso en mi país, Francia, desde lo cual, escuchar cifras: de las hectáreas de tierra campesina que desaparecen, de los litros de químicos, del número de árboles cortados, nunca va a igualar la fuerza de un relato personal. No quiero olvidar que Jorge representa a un sector, la Costa Rica campesina, no una minoría sino que una mayoría, en aumento, de agricultores en peligro.Tampoco quiero disminuir la importancia de la información científica que es primordial y atestada en este caso, como lo muestra el artículo de La Agrocologa*.


* « Piñeros al borde de un ataque de nervios », La Agroecologa, consultado le 24/05/2017, http://agroecologa.org/pineros-al-borde-de-un-ataque-de-nervios/


Las fotografías han sido tomadas del perfil Facebook de Jorge Castro

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